¡Mi obra maestra está arruinada! – Gritaba Adrián Padrón en medio de los coros del público.
Adrián Padrón era un hombre normal. O casi normal. O muy poco normal. En realidad, estaba en las antípodas de lo que significa ser normal. Era un hipster. Y de la clase más radical posible. Tan radical que uno casi diría que era un personaje inventado para un cuento. Casi.
Volviendo a Padrón, él intentaba evitar como la plaga cualquier cosa que lo equiparara con el resto de los mortales. Entre sus lecturas de Edward Gorey, Thomas de Quincey o François Villon, sus películas orientales independientes de los años 60 y sus bandas que solo la madre y los miembros conocían, había redefinido lo que significaba ser un hipster. Al menos de puertas para adentro, pues en la vida cotidiana leía, veía y escuchaba lo que los demás leían, veían y escuchaban, no fuera cosa de que su verdadero estilo de vida fuera conocido e imitado, dejando así de ser único en su tipo. Un día, mientras escuchaba a Klaus Schulze en la soledad de su casa por Spotify, le llegó la revelación de su vida:
“¿Cómo puede haber más gente que conozca a mis artistas favoritos? Si los estoy escuchando en internet, significa que alguien más tiene conocimiento de su existencia. No puedo tolerar eso”.
Padrón pensó y pensó. Exprimió todo el jugo que le pudo sacar a sus neuronas hasta que la solución le cayó como lluvia:
“¿Y si formara mi propia banda? Una banda que nunca saliera del garaje de ensayo. Eso sería genial. Pero claro, esto tiene un problema: si reúno gente para tocar, ya no sería la única persona en conocer su música. Otras personas cerca podrían llegar a escucharnos tocar. Ah, ya sé. ¿Qué tal si formara una banda mental? Escribiría las canciones en mi cabeza y jamás saldrían de allí. Padrón, sos un genio”.
Fue así que Adrián empezó a buscar a los miembros para su proyecto en los recovecos de su memoria. Probó suerte con personajes de su infancia, como Luke Skywalker en la guitarra y la voz, Ryu de Street Fighter en la batería y Roger Rabbit al bajo. Los llevó a ensayar a los estudios Abbey Road de su mente y vio que lo hacían muy bien. Había compenetración instrumental y buena onda entre los tres. Solo había un problema:
“Ahora que lo pienso, estos tres están muy quemados. Todo el mundo los conoce. No faltaría mucho para que tenga que ver a Jessica Rabbit, Darth Vader o Chun Li. Todo bien con ellos, pero solo yo debo de escuchar a esta banda. Yo y nadie más”.
Y fue así que los echó a los tres con el previo agradecimiento por sus servicios. Volvió a simbólicamente prender fuego su cabeza para dar con la solución. Y ahí estaba:
“Voy a crear mis propios músicos. Pensándolo bien, va a ser un solista. Después de todo, varios músicos, por más que sean ficticios, tendrían que colaborar entre sí, y eso haría más conocida a la banda. Jamás. Y, de paso, voy a fundar mi propio estudio discográfico mental. Va a ser tan bueno como Abbey Road pero con toda la intimidad de un estudio pequeño. Nadie más va a saber de mi nuevo artista favorito. Solo yo”.
Fue así que Adrián se encerró en su mundo mental y comenzó a construir “Padrón Studios”: “el extranjerismo lo hace más extravagante y le da un toque de categoría”, dijo en su mente. El lugar era colosal y su construcción debería de haber tomado meses e incluso años en terminarse pero, como se trataba de una obra en su cerebro, no le tomó más que un par de horas. Después creó de cero a su multiinstrumentista, compositor, productor e intérprete. A pesar del hipsterismo que emanaba, su imagen era totalmente opuesta a la de un hipster promedio (“No soy un hipster promedio. Ni siquiera soy hipster”). Vestía camisas de leñador, campera de cuero, pantalones cargo, zapatos de tanguero y llevaba mucho maquillaje: “Esto va a representar muy bien su eclecticismo y va a impedir que lo relacione con una corriente musical específica”. Lo más importante ahora era ponerle un nombre. Pensó pensó pensó pensó. Al final, el nombre que eligió fue… ninguno.
“¿Para qué ponerle nombre? Eso me haría saber qué responder si alguien me preguntara qué estoy escuchando. Este proyecto debe ser lo más secreto posible”.
Fue así que el cantante y multiinstrumentista sin nombre entró en “Padrón Studios”. Tomó su guitarra acústica imaginaria para empezar a componer. Hasta que Padrón lo detuvo.
_ Pensándolo bien, empezar a componer canciones con guitarra ya está muy visto. Mejor agarrá otro instrumento.
El artista rebuscó entre todos los instrumentos que había por allí: “¿Piano? No. ¿Armónica? No. ¿Saxofón? No. ¿Batería? Tampoco. ¿Triángulo? Me parece perfecto”. Empezó a juguetear con el instrumento: “Bien. Este tema podría tener una introducción de triángulo a destiempo. Es un inicio. Ahora sí que puedo pasar a la guitarra nuevamente”. Agarró e interpretó un síncopa en un 4/4. “Genial. Ahora viene un solo de batería en contratiempos con la armónica”. Grabó las pistas individualmente y las unió más tarde. El resultado fue un éxito.
_ A ver. Mostrame cómo suena la canción completa – Dijo Adrián para sus adentros.
El innombrado obedeció. El resultado final, para Padrón, era un coro de ángeles. Claro que no tenía coros, porque las voces eran algo ya muy visto en la música, pero se entiende la expresión.
Y así pasó Adrián sus días. Con su artista componiendo y componiendo en signaturas extrañas y mezclando técnicas de lo más variopintas en auténticas sinfonías que solo él mismo tenía derecho a conocer. En pos de enriquecer su mundo interno, comenzó a hacer reiki y meditación para aprender a controlar su mente y dedicarle más tiempo a la composición músico-cerebral. Se podría decir que había inventado un género musical nuevo, al cual tampoco se había animado a ponerle nombre para que no perdiera su uniquez. Ya fuera en el trabajo o en reuniones de amigos, él siempre reproducía esa música celestial en su cabeza, y además se sentía orgulloso de ser la única persona en el mundo que conocía la obra de ese artista anónimo. Ni los diarios hablaban de él, ni sus amigos, ni siquiera el más informado de los melómanos tenía idea de aquel músico que bien podría ser el nuevo John Lennon. Todo era perfecto.
Un día, después de un interminable día laboral, se fue a acostar. Se descambió, se puso su pijama y se durmió con pasmosa facilidad. Todo normal hasta ese momento. Cuando entró en sus sueños, vio a su artista interior tocando la canción sin nombre número 29. Se sentó a escucharlo tocar. Entre el cansancio que sentía y la distracción que esa música mental le provocaba, sintió con su sistema auditivo interno unos pasos. Era ni más ni menos que Darth Vader, que se acercó a escuchar lo que sonaba. Estaba tan cansado incluso dormido que no le dio mayor importancia. Volvió a sentir pasos, pero de tacón. Era Carmen Sandiego, que también venía a escuchar esa música. Después sintió cientos de pasos pequeños a la vez. Eran los pitufos, que se sumaban al espectáculo. Más tarde sintió una brisa muy potente cada vez más cerca de él. Superman también quería escuchar. Así, poco a poco, iban acercándose personajes de todos los lugares posibles. Danny Phantom, Timmy Turner y sus padrinos mágicos, Batman, las chicas superpoderosas… Todos se habían sumado a ese ahora multitudinario concierto. Del susto que le provocaba la idea de ver a más gente disfrutando con su artista exclusivo se despertó de golpe.
Eran las ocho de la mañana. Padrón se cambió y desayunó antes de irse al trabajo. Fue hasta la parada de colectivo, esperó el suyo y, al subirse, decidió empezar a reproducir su música favorita en la cabeza. Sin embargo, algo pasaba: le costaba mucho enfocarse en escucharla. Incluso le pasó lo mismo en su trabajo, frente a la computadora. Decidió solo esmerarse en cumplir con el prontuario. Ya habría tiempo para la diversión.
Llegó a su casa, se sentó en el sillón frente al reproductor de música que solo tenía para darle ambiente a sus fantasías. Cerró los ojos para enfocarse y se durmió.
En su camino al “Padrón Studios”, vio una gran fila de personajes. Se abrió paso entre ellos para llegar al lugar. Ya enfrente del mismo, abrió la puerta de entrada y subió las escaleras hasta la sala de grabación. Para su sorpresa, su artista no estaba allí. De pronto, escuchó algo en la distancia:
_ Y este tema se llama El rock cerebral.
Reconocía esa voz. Corrió por las calles de su mente varias cuadras etéreas y, de la nada, se encontró con un gran estadio hecho a imagen y semejanza del estadio Wembley. Entró al lugar, y ahí estaba: su cantante sin nombre, tocando para una gran multitud. Imaginaria, pero multitud al fin y al cabo. Se abrió paso entre gente como el Guasón, Geralt de Rivia y Arsene Lupin para llegar hasta la primera fila. Subió al escenario y encaró al artista.
_ ¿Qué estás haciendo vos? – Dijo Padrón al artista.
_ Primero que nada, mi nombre es Pablo Latimer. Segundo, ¿Qué hacés vos acá, sin entrada e interrumpiendo mi recital? Mirá, la gente se está enojando. Hacé rápido.
_ Bueno. ¿Cómo puede ser que esté toda esta multitud reunida acá? Yo me aseguré de que nadie más te escuchara.
_ Es simple. La noche anterior, por el agobio del trabajo y tu cansancio extremo, descuidaste tus pensamientos. Ese sueño que tuviste sobre mí tocando para otra gente hizo que tu subconsciente me asociara con otros personajes y otra gente en general. Esto también hizo que, subconscientemente, yo consiguiera varios contactos en este pequeño mundo interior tuyo. El motivo por el que no pudiste escucharme tocar durante el día es porque estaba ocupado reuniendo gente para este concierto y ensayando. Estuve practicando todo el día en la sala de Capitol Records que te habías olvidado que existía en tu memoria. Este concierto que estoy dando es tan solo el primero de una gira mental mundial que estoy planeando. Van a verme muchas personas, incluidas las versiones imaginarias de tus amigos y tu familia. Es más, pronto voy a ir de gira a la mente de otras personas. Aunque no te des cuenta, a veces tarareás dormido las canciones, y eso hace que cuando estás en compañía de tus amigos, ellos te escuchen y mis melodías queden grabadas en su memoria. No falta mucho para que yo me convierta en una celebridad subliminal. Andá a las bateas a escucharme tocar o andate, que tengo un público al que conformar.
Adrián se fue corriendo del lugar mientras gritaba su frustración. Pablo tomó el micrófono:
_ Perdonen la interrupción. Ahora sigue la canción llamada La cacería de las sombras, el amor y yo.
Padrón corrió por la ciudad inexistente hasta llegar lejos de la civilización, bien al extremo de sus pensamientos. Era un lugar lleno de neuronales praderas y montañas. Construyó una cabaña de madera fantasiosa y se encerró ahí.
Al día siguiente y desde ese momento, la vida de Padrón dio un giro de 360 grados. Exacto, 360 grados. Su vida sigue siendo tal cual fue siempre. Se levanta, desayuna, va a trabajar y ocasionalmente se junta con sus amigos y su novia. Sin embargo, dejó de escuchar música. Tanto real como imaginaria. Ahora, en sus momentos de distensión, cierra los ojos y se imagina en su cabaña. Vive feliz de la caza, la pesca y la agricultura psicológicas. No pretende nada más.
Ayuda, necesito a alguien. Por favor, ayúdeme. No quiero perderla, y yo la amo.
De acuerdo, de acuerdo. Quiero saberlo todo.
¿Por dónde empiezo?
Por el principio. Solo apague su mente, relájese y flote en su arroyo.
¿Y eso significa…?
Empiece por el principio.
Mi nombre es Juan Pablo, y no me gustan los Beatles. No significan nada para mí. Ni los odio ni los amo, pero estoy más cerca del primer sentimiento que del segundo. Después de todo, son solo un grupo que la pegó por ser comercial. Escuché toda su discografía para poder confirmar mi postura. Pasé por todas sus etapas: De “Twist and Shout” a “Come Together”. Los Beatles, definitivamente, no son para mí, y nunca me privé de mostrar cierto orgullo en esto. Aunque a la vez estoy harto de oírlos en todas partes, aun cuando no suenan sus canciones. Desde gente que manifiesta que todo lo que necesitás es amor, que en juntadas que duran hasta el amanecer mis amigos comenten que aquí viene el sol, que mis propios días sean tan solo un día en la vida. Es desesperante. Esta indiferencia se fue convirtiendo en intolerancia pura, y esto me trajo hasta aquí, con usted. Le voy a contar mi historia.
Una noche cualquiera estaba en un bar con mi novia Eleonora. Habíamos pedido una porción de comida bastante generosa. Un churrasco y pan para mí, y ella había pedido lasaña vegetariana. Ambos charlábamos de nuestras vidas:
¿Qué hiciste estos últimos días? – Pregunté para ponerme al día.
Trabajé mucho. Sobre todo ayer. Ayer y hoy. – Respondió ella.
Un día muy ajetreado, ¿verdad? – Volví a preguntarle.
Sí. Ser recaudadora de impuestos no es tarea fácil.
Sabés que podés contar conmigo para cualquier cosa, ¿verdad?
Sí. Sabés muy bien que te llamaría si necesitara a alguien.
Mientras que ella se tomaba su tiempo para comer, yo devoraba a lo bestia bruta. Ella lo notó e intentó detenerme.
Tomate un poco de tiempo antes de tragar. Sos una morsa.
¿”Soy una morsa”? ¿Cómo la canción de los Beatles? Y no solo eso, sino que todas sus frases estuvieran cargadas de referencias a sus canciones me molestó demasiado. Recién ahí me di cuenta. Intenté razonarlo con ella:
Querida, está bien. Te perdono que me compares con una morsa, pero decime por qué tenés que meter referencias a canciones de los Beatles en cada frase – Sí, hasta yo me estaba pegando esa costumbre.
Por nada en particular – dijo – ¿Por qué? ¿Qué pasa?
Nada, nada.
Entonces, la música empezó a sonar. Justo cuando estaba pensando en los Beatles, sonaron los Rolling Stones. Ni más ni menos que la canción “I Wanna Be Your Man”, compuesta por Lennon y McCartney. Vaya suerte la mía. Ella me invitó a bailar:
No me gusta bailar – Rechacé.
Por favor, complaceme.
Está bien – Me rendí.
Nos despedimos de nuestros asientos y movimos el cuerpo. Giramos y gritamos. Todo el mundo nos observaba con admiración. En medio de la danza, compartimos más palabras aún:
Todos nos están mirando – Dije.
Sí. Acá, allá y en todas partes – Agregó.
¿Otra vez con canciones de los Beatles? – La situación había pasado de anecdótica a molesta.
Oh, querido. ¿Todo tenés que relacionarlo con los Beatles hoy? – Ella empezaba a molestarse por mis acotaciones.
¿Y cómo no hacerlo? Todo me está recordando a ellos esta noche.
No le des más importancia. Sigamos bailando. Abrazame fuerte.
En ese momento no lo soporté más. Me cansé, la solté respetuosamente y nos fuimos del lugar tras pagar la cuenta. Todo con la mayor de las sutilezas que podía permitirme. Nos fuimos cada uno por nuestro lado, ya que era muy obvia mi molestia. La acompañé a tomar un taxi sin que ninguno de los dos dijera nada. Se subió al taxi y se fue. La vi parada ahí, esperando el taxi, más preocupada que molesta por mi actitud. Solo me dijo buenas noches. Después volví a mi casa y me fui a dormir.
Cuando me levanté temprano en la mañana, levanté mi cabeza. Todavía estaba bostezando. Vi mi celular y tenía un audio de ella. No lo había escuchado aún. Me sentía avergonzado por mi actitud de la noche anterior. Luego fue que decidí pedir un turno con usted. Necesitaba solucionar mis problemas a la brevedad. Caminé por las calles de la ciudad y veía a toda la gente solitaria. ¡Toda la gente solitaria! Ya me estaba hartando más y más. Originalmente estaba viniendo a contarle de la culpa por cómo traté a mi novia, pero después me di cuenta de que tenía que ver mi problema Beatle. Y aquí estoy.
Es una situación muy típica. Odiar algo con fervor hace que de algún modo lo atraigamos a nosotros. Usted tiene que aprender a convivir con los Beatles – dice el psicólogo.
¿Usted cree?
Sí. Y también debe hablar con su novia. Pero sea cuidadoso. No estoy seguro si ella lo ama aún.
Creo que tiene razón – digo, intentando convencerme a mí mismo -. Gracias, doctor Roberto. Estoy mejorando. Me siento libre como un pájaro – intento ignorar estas referencias –. Adiós.
Adiós – me dijo -. Si aún tiene problemas con los Beatles, puede ir a la india – Bromea.
Abandono el complejo. Pongo mi mejor cara de felicidad. “Si cayera en la obsesión, puedo contar con el doctor. Pero lo dudo. En mi vida voy a necesitarlo” pienso. “Realmente tenés poder sobre mí, pero voy a vencerte” Le digo mentalmente a mi problema.
Pasaron los días, y todo más o menos iba encaminado. Alguna que otra referencia menor a algún tema desconocido. Nada grave. Me reconcilié con mi novia. Seguíamos juntos. Parecía que iba a volver todo a la normalidad. Sin embargo, mientras pateaba las calles junto con ella, oí a un tipo interpretando “What You’re Doing”. Nada grave, o al menos eso pensaba. Pasé de largo, hasta que escuché frases al azar de la gente:
Ey, mirá lo que estás haciendo – Decía uno.
Me siento triste y solitario – Comentaba otro al celular.
¿Qué me estás haciendo? – Gritaba un tercero enojado.
Me tenés corriendo, y no es divertido – Veía un corredor decirle a su personal trainer.
Intenté hacer oídos sordos de estas frases, siempre guiándome por lo que me dijo usted. Hasta que en las siguientes cuadras…
Ella solo tenía diecisiete. Sabés a lo que me refiero.
La forma en la que ella se veía no tenía comparación.
¿Así que cómo podría bailar con otra cuando la vi parada ahí?
Era peor que antes. Ya no solo oía los títulos de las canciones, sino también las letras. La gente hablaba como si estuviera dentro de un musical de los Beatles. Quizás para ellos fuera el paraíso, pero para mí era horrible. Hui lejos de ella:
Querido, ¿a dónde vas? – me dice.
Lejos de todo.
Corrí. Incluso consideré comprar un boleto para viajar a la India, como usted me dijo en broma, pero me pareció que sería demasiado y no quería sumar más analogías Beatle a mi catálogo de desgracias. Fue ahí que decidí contactarlo de vuelta a usted, doctor.
Habiendo escuchado mi historia, el psicólogo se pone en posición de pensar. Me sigue la corriente:
Por lo que me cuenta, su día se rompe, su mente le duele, y todo por los Beatles – dice analizando la situación.
Exactamente – le respondo.
Sí. Estoy viendo a través de usted. Puedo ver esa angustia, esa frustración.
Es tal y como me estoy sintiendo.
No se ve diferente, pero cambió. Su tranquilidad se está yendo, y siente que va a perder a esa chica.
El amor tiene la costumbre desagradable de desaparecer de la noche a la mañana, y yo estoy haciendo suficiente mérito para que ella me deje. Ayer mis problemas parecían tan lejanos, y ahora parece que están acá para quedarse.
Piénselo así, Juan. Todo tiene una razón de ser. Quizás deba volver a la fuente de sus problemas. Al inicio.
¿A qué se refiere, doctor? ¿Debo escuchar otra vez a los Beatles?
La solución a su problema podría estar en su música.
Si usted lo dice.
Vuelvo caminando a mi casa. Pienso sobre lo que me dijo: “La solución a su problema podría estar en su música”. Me pongo los auriculares, abro Spotify en mi celular y busco “B-E-A-T-L-E-S”. Escucho los temas en el orden en que entraron a mi vida en estos últimos días. Me gustan, pero a la vez no me dicen demasiado. Las vuelvo a escuchar una vez, y otra, y otra. Para la cuarta escucha la cosa me sorprende. ¿Qué es esto? ¿Sus canciones me fascinan? Sí, me FASCINAN. Con mayúsculas. Arreglos impecables, melodías totalmente creativas… Vuelvo a escuchar las canciones para confirmar que no me volví loco. Definitivamente es cierto. Esas canciones son geniales. Decido arriesgarme un poco más y pasar a otras canciones del grupo. El sentimiento es el mismo. Esa banda de música para gente vieja de repente me parece lo más exultante que haya pasado por mis oídos. ¿Cómo puede ser? ¿Cómo pudo este grupo pudo tenerme engañando tanto tiempo, haciéndome pensar que eran una manga de mediocres? Ya en mi casa, me voy a dormir.
Mientras caminaba para venir aquí, me pasó algo sorprendente: ¡No escuché ni una referencia al grupo! Era increíble. Parece que por fin estoy curado. ¿Usted que piensa?
Eso es quizás lo que usted necesitaba. Amar a los Beatles. Después de todo, si tras tantas décadas siguen siendo tan queridos, es por algo.
Es cierto. ¿Cómo no lo vi antes? Tanto tiempo de mi vida sin apreciar su gran música. Gracias, doctor. Le debo una. Ahora iré a recuperar a mi novia.
Decido irme del consultorio. Tomo el primer taxi que encuentro a la casa de Eleonora. Llego y toco la puerta, y ella me abre:
Hola – Le digo.
Chau – Me dice e intenta cerrar la puerta, molesta. Yo se lo impido.
Esperá. Sé que estuve mal en estos días, con este asunto de los Beatles, y te pido mil perdones.
¿Y cómo sé que no vas a huir despavorido ante la próxima referencia a los Beatles que encuentres?
¿Querés bailar? Tengo la música ideal.
Lo voy a aceptar como compensación por el baile que arruinaste el otro día.
Entro a su casa, pongo la música y bailamos al ritmo de los Beatles, como no podía ser de otra manera. Ella parece feliz de nuevo por haberme recuperado tal y como era antes y yo definitivamente estoy feliz por haber superado mi obsesión. Resultó ser cierto que, al final,el amor que recibís es igual al amor que das. Los Beatles lo transmitieron mejor que nadie. Ahora lo comprendo. Gracias, John, George, Paul y Ringo.
Se acercan las fiestas, se acerca fin de año, y como es usual en esta época, en Persi Music cerramos el año publicando los Mejores Discos de Rock Internacional del 2019.
Al igual que nuestro Ranking de los Mejores Discos de Rock en Español, se publicará la reseña de un disco por día en cuenta regresiva (del puesto 10 al puesto 1), hasta completar el Top Ten de los 10 más destacados.
Y como es tradición, les dejamos los listados de los Mejores Discos del 2019, según algunas de las revistas de música más populares que existen hoy en día.
Como se puede ver algunos artistas se repiten en los listados, como Lana del Rey y Nick Cave (que parecen picar en punta). Lo cual marca una tendencia que no siempre se da todos los años, donde los artistas apuntados por las revistas, muchas veces no suelen ser similares. Aunque claro, nunca faltan los listados polémicos como el de la Rolling Stone, que parece instalar al Pop y al Trap como los únicos géneros importantes de la época, con una alarmante escasez del Rock.
También hay que decir que muchos de las bandas referenciadas ya fueren repasadas en nuestra sección de Últimos Lanzamientos. Pero, para saber quienes fueron los mejores del año tendrán que seguirnos en los próximos días.
Listados de los Mejores Discos del 2019
Rolling Stone
Ariana Grande – thank u, next
Billie Eilish – WHEN WE ALL FALL ASLEEP, WHERE DO WE GO?
La difusión del Rock y de los grupos emergentes parece cada vez más difícil en estos días. El cierre de la famosa revista Los Inrockuptibles a nivel local, como una fuente importante para descubrir nuevos grupos es un duro golpe. Incluso la Rolling Stone de Argentina, perdió su dominio propio y ahora es solo una sección de La Nación, en donde lo que más escasean son las críticas y la difusión de nuevas bandas. Y si vamos más hacia el Under, los Premios Mr. E, en donde Mr. E se toma la dedicación de escuchar, reseñar y premiar a grupos independientes argentinos, también se tomó un respiro este año.
Peor aun es saber que mucho no parece importar. En un mundo en el que nuevos géneros que son como el Fast Food de la música, como el Trap, que acaparan la atención de los más jóvenes y de las grandes corporaciones dispuestos a difundirlo, el Rock parece estar estancado y en un momento de declive. Pero si se investiga y se revuelve un poco, podemos encontrar interesantes propuestas a nivel local dentro del mundo emergente.
¿Qué nos queda para seguir estando informado sobre lanzamientos a nivel local? Todavía existen algunas pagina con información y reseñas sobre discos, como Indie Hoy (y esperamos que sigan existiendo). Y por supuesto, también está Persi Music como uno de los últimos sobrevivientes en tratar de difundir bandas locales con reseñas, entrevistas y este mes publicando nuevamente los Mejores Discos de Rock en Español del 2019.
El Ranking de este año hará foco en el Rock Argentino, si bien aparecerán reseñas de otras bandas de habla hispana. Y al igual que en el 2018, se tendrá en cuenta los discos de aquellas bandas que nos escribieron para competir y formar parte del Ranking.
Así damos inicio a nuestra selección de los Mejores 10 Discos de Rock en Español del año, publicando a partir de mañana un disco por día como cuenta regresiva (desde el puesto 10 al puesto 1) hasta completar el Ranking. ¡Sean bienvenidos a uno de los últimos Rankings sobrevivientes a lo mejor del Rock en Español del año!
A veces, Youtube me sorprende, mientras me preparaba unos mates y de fondo en la cocina algo hervía,
Youtube me tiró este tema:
Casa de Floresta – Nanan
y juro que me puse a bailar,
yo, la que menos movimiento cree que tiene
Pata dura como pocas.!!!
Pero cuando nadie nos ve uno realmente cree que puede llegara a ser hasta Julio Boca…
Me puse a escuchar este tema y la verdad no entendía nada pero me deje llevar…
con solo mirar la cara de satisfacción que tienen estos muchachos al cantar me hizo disfrutar ese momento como si fuese el último,
Mientras los miraba una sonrisa se había instalado en mi cara,
y mi mente había volado a ese lugar,
así como estaba,
en pijama y con el mate medio lavado.
Youtube había logrado creear lo que nadie había podido hasta el momento…
La Maquina de traspolar personas!!
Gratis…
y ni lo sabia!!!
Gracias por este momento exclamé!!!
En una segunda vuelta,
( porque soy re cabeza)
quise entender que decían…
y puse:
Casa de Floresta, Namam, letra traducida
y mori MAS de amor,
Ni les cuento cuando me entere que vibra a 432 hz, que es la frecuencia natural para estimular la armonía interior, encontrar tranquilidad y conexión universal.
Algo así como lo que el medico me receto!!!
Asi que lo quise compartir,
me parece que vale la pena escucharlos…
Mejor dicho…
Juro que quita la pena…
Escuchenla y despues me cuentan.
Yo compre!!!
y quiero vivir
En una casita hecha a mano
En un bosque donde puedo plantar lo que quiero
Y caminar de pie en el suelo
Coca y Bonjour
Natalia Balul (profesora de Filosofía y escritora)
De que sirve ser inmortal si no puedo morir de amor
Dice una canción de Babasonicos.
Y me puse a pensar,
pensar por pensar.
Quiero morirme de amor…!!!
Quiero un amor real,
de esos que te la suben y te la bajan…
Quiero un amor mortal.!!!
De esos que sabés que se puede terminar, en cualquier momento.
En el momento más oportuno,
o en el más inoportuno.
y que va a doler igual…
Porque bien sabido es, que el amor,
es una porqueria, como dice Dolina.
Quiero un amor que cada vez que sepa que voy a verlo,
me lata el corazón, como la primera vez,
pero con experiencia.
Que lo elija todos los días…
Quiero un amor que me despierte por las mañanas,
por las tardes y por las noches.
Quiero un amor que me mantenga despierta,
viva.
Cada amor así, tiene un nombre.
De que sirve ser inmortal…
no quiero ser un anormal!!!
No quiero un amor de telenovela,
son muy artificiales, muy sobreactuados.
y de guión….sabemos el final.
Quiero un amor de esos que se te cruzan por ahí,
y que no se pueden soltar,
porque no es necesario hacerlo…
porque queres que esté..
porque te hace bien.
Hay amores regalados, y no valorados.
Hay amores muy valorados y anhelados, que nunca llegan,
ni llegarán…
Hay amores para todos los gustos.
Pero los hay!
Hay amores mortales, mutantes, cambiantes.
simples, que van por un caño.
Existen!!!
Esos amores que te hacen morir de amor existen!!!.
Existen, y yo los he visto..!!!
¿De qué sirve ser inmortal si no se puede morir de amor?
Ya no quiero ser un anormal.
Coca y Bonjour
Natalia Balul (profesora de Filosofía y escritora)
Tu puntuación
(Votos: 1 Promedio: 5)
Tu dosis necesaria de discos, películas, series y más